sábado, 4 de abril de 2009

Malvinas: cómo escribí el principio de la historia


A 27 AÑOS DE AQUELLA LOCURA QUIJOTESCA MILITAR, SIGUEN RESONANDO LOS ECOS DE UNA GUERRA DESIGUAL, BESTIAL Y ANÁRQUICA. QUE TUVE LA SUERTE DE CONTAR…

POR HECTOR GUSTAVO ALBERTI

Marzo de 1982…
Había cumplido los diecinueve años de edad el 17 de febrero del año de Malvinas. Y en los primeros días de marzo me incorporé al Servicio Militar Obligatorio. Recuerdo que mis amigos de barrio me hicieron una recepción de despedida, que incluyó una “peladilla” de la cual nunca me voy a olvidar…
Fuimos cinco vecinos esa mañana hasta el cuartel. Había que presentarse a las seis de la mañana, según lo indicaba la cédula militar, que esperábamos no llegara nunca o se extraviara en cualquier otra parte del planeta. Yo tenía el número 385 y se habían salvado de hacer la conscripción hasta el 360. No me quejé. Mi vida solitaria ya me había acostumbrado a vivir experiencias fuera de mi casa; pero lo que me daba más pena, era dejar de trabajar en el diario que Dora Lebensohn llevaba con férreo carácter. Podrían haberme “acomodado” como hicieron algunos padres, pero preferí optar por la experiencia del servicio militar, al que tanto referían mis mayores como un año de sacrificios perdidos.
Tras las pruebas de ingreso de rigor: salubridad, formación académica, armamentista y habilidades propias, me encontré con un suboficial de la banda de música (el “negro” Torres – trompetista) quien me conocía de la civilidad. Un grupo de integrantes de la banda de música, tenían una extra fuera de los cuarteles, llevando su música a cumpleaños y fiestas. Y de allí nació esa amistad…
Enseguida me apartó de la manada, me llevó al edificio de la banda y me presentó al jefe. Un suboficial mayor de apellido Eizaguirre (coimero de los peores y muy delincuente) quien enseguida me dio la tarea de “comisionista” por mi conocimiento de las calles de Junín.
Éramos doce “reclutas”; venidos de Chivilcoy, Carlos Casares, Bragado, Pergamino, Villegas, 9 de julio, Ascensión; el “Karateca” Quevedo y yo de Junín. Estuvimos de paso porque enseguida nos distribuyeron en las baterías (Grupos de 100 soldados). Yo fui a parar a la batería “C” del Grupo de Artillería 101 y tras pasar dos noches en la amplia cuadra (dormideros) cargamos los pesadísimos bultos individuales y partimos caminando hacia el fondo de los cuarteles, donde iniciaríamos el período de entrenamiento. Allí me hice amigo de un subteniente de apellido Morán. Un pibe de 25 años que venía de Necochea y no conocía la ciudad. En una de las formaciones de rutina, pidió que los de Junín dieran un paso al frente. Éramos 25 más o menos. Pero a quien señalaron como conocedor de la ciudad: a mí! Sí. A mí… Un soldado de la clase saliente que oficiaba de secretario de Morán, le dijo que era periodista y que andaba todo el día por las calles. Así que abandoné la carpa dual que tenía y pasé a la carpa donde estaban habitando los cuadros superiores. La consigna era despertar antes del toque de “Diana” a los militares, preparar el mate y los libros de instrucción. Cosa que me empezó a gustar, porque muchas veces me salvaba de “bailar” en el terreno de batalla. Y mirando desde lejos los ejercicios rutinarios, entendí eso del “cuerpo a tierra” sobre los cardos; el “salto rana” y la “carrera” en cualquier momento. (En una guerra, cuando te estás tiroteando con el enemigo, quedate bien tranquilo que el cuerpo a tierra lo hacés hasta en un sembradío de espinas o un piso lleno de “mierda”. Si te agarran las balas no contás más el cuento. Y con lo demás pasa lo mismo. Te da agilidad y destreza para moverte en el campo de batalla. Yo lo entendí así).
El mes de marzo pasó así. Entre trabajos de campo y la rutina en la carpa. Hasta que volvimos al cuartel. De allí a las baterías y nosotros, a la banda de música…
A la vuelta, el movimiento cuartelero era inusual. La mayoría de la clase 62 había vuelto a la unidad. Y estaban reclutando suboficiales que se habían ido de baja y jubilados. Los de mi clase fueron licenciados rápidamente y solo quedamos algunos con condiciones para tareas de logística. Es decir: éramos boludos importantes. A mí me tocó alternar entre la banda y la batería. El subteniente Morán me llamaba cada vez que había que ir a la ciudad a comprar pertrechos para los soldados y suboficiales. Y eso me valió ser el primero de mi clase en salir del cuartel estando en el campo. Recuerdo que fuimos a un supermercado a comprar artículos de tocador para la tropa. Y como le conseguí que le hicieran buen precio, me llevó en su Citróen hasta la casa de mis familiares para saludarlos y comerme todo lo que podía en esa hora de libertad.
Pero créanme que la vida cuartelera me divertía. La pasé bien en los catorce meses y medio que estuve (me comí hasta la última baja)porque los jefes ya me tenían visto en los actos que cubría para el diario “Democracia” o en el estadio de Sarmiento, al que eran invitados a compartir el palco de autoridades con los dirigentes.
El día 1 de abril llegó el radiograma general que se tomaría Malvinas. Y desde allí hacia adelante, todo fue movimiento; preparativos y órdenes desde Diana hasta el toque de silencio…
A mitad de abril y ya con las malas novedades que llegaban a la radio estación, - lugar donde fui designado junto con los suboficiales de la banda – el Grupo de Artillería, el Comando y la Batería de Blancos, empezaron a armar sus bultos para partir hacia el sur. Comenzando aquí la historia que luego volqué a la página 5 del diario “Democracia”, el viernes 23 de abril de 1982…

“RUMBO AL SUR Y POR LA PATRIA” (transcripción fiel de la nota)
TODOS LOS PREPARATIVOS ANTERIORES A LA PARTIDA. ¿CÓMO? ¿CUÁNDO? SE PUSO EN MARCHA EL OPERATIVO. LA FORMACIÓN DE LA BATERÍA “B”.
“La historia de nuestra patria, ha abierto el 2 de abril un nuevo capítulo. – Escribí por ese entonces – Que repercutió en todos los rincones del país, colocándose al pie del cañón para defender nuestra soberanía. Junín, que pertenece a la provincia más importante de nuestro territorio, fue llamada a la realidad para colaborar con sus fuerzas militares, para apoyar en tierra, desde el continente, la toma de las islas Malvinas. El lugar de congregación será el sur. Hacia allí se dirigirán los soldados para reafirmar los dominios argentinos y custodiar las costas de la patria”-

REINCORPORAN A LA CLASE 62 Y DAN LICENCIA A LA 63
“Las cédulas de llamadas, se dispersaron por toda la zona aledaña a los cuarteles de nuestra ciudad. Comunicándose a todos los destacamentos policiales y militares de nuestra provincia, que hicieron correr la voz para la presentación inmediata de los soldados clase 1962 requeridos por el jefe militar a cargo del cuartel Junín.
Mientras arribaban los conscriptos dados de baja, otros se iban del lugar. Los reclutados en marzo de 1982 que se retiraban con licencia obligatoria hasta nuevo aviso.
Durante el día lunes 12 y martes 13, hubo un clima de algarabía en los camaradas que después de unos meses se volvían a re encontrar para acogerse a los requerimientos de nuestra patria. Hubo saludos, abrazos y recuerdos entre soldados y superiores; que durante un año habían convivido juntos. Y que por esta razón especial que atraviesa el país, los unía como antes.
EL RADIOGRAMA QUE MARCÓ EL COMIENZO
Viene de Pág. 3...
El toque de silencio efectuado por el guardia de tambor (es decir yo) había quedado atrás. Ya nadie transitaba por las calles internas del cuartel. Pero en la radio estación de la guardia y en las oficinas de la Plana Mayor, se trabajaba intensamente. El clima de expectativa rondaba alrededor de un comunicado que se esperaba ansiosamente, mientras en las cuadras de las baterías y demás dependencias, reinaba la calma del descanso nocturno.
No se sabe a qué hora exactamente llegó el parte militar, pero desde ese momento, el Cuartel Junín volvió a tener movimientos vivos, con el sonido del tambor de guardia, iniciando el toque de Diana.

MADRUGADA DEL JUEVES 15 DE ABRIL
Una vez informados los oficiales y suboficiales que se encontraban acuartelados en sus respectivos destinos, comenzaron a trabajar con los soldados en los preparativos para la movilización que ya se había engendrado. El sueño se interrumpió; y por largas horas, las estrechas callejuelas del lugar se poblaron de camiones y soldados transportando materiales provistos y superiores dando órdenes.
Toda la madrugada hubo actividad. Los cañones salieron de su letargo, remolcados hacia el exterior del parque automotor. El viejo polvorín abrió sus puertas para vaciar su contenido, del que nadie hubiera querido usar.
El viernes 16 ya marcaba en los calendarios un nuevo día. Pero diferente a los que rutinariamente presenta este destacamento militar. El constante ir y venir de los depósitos de armamentos y otros sectores, hizo intenso y cansador el trabajo de esa jornada.
No hubo formación en la Plaza de Armas. Todo se había volcado hacia una sola meta: preparar todas las fuerzas y esperar la orden de partida…

SE FORMA LA BATERÍA “BOTE”
Aparte de las baterías que desde hace años tienen sus dependencias en el cuartel de nuestra ciudad, se vio la posibilidad de formar una batería auxiliar que se prevé en situaciones como estas. El nombre que se le dio a este nuevo órgano, fue el de Batería “B” (Bote). Está integrada por soldados de la clase 63 recientemente incorporada; que responde a los requisitos necesarios en cuanto a adiestramiento de combate. Son conscriptos tomados de las baterías estables, que se han destacado durante el período de instrucción militar.
Ellos llevan las frentes bien altas y el orgullo de haber sido elegidos para esta dura empresa, que es defender nuestra soberanía. Con toda la plenitud juvenil y las ganas de servir a la patria, aguardando junto a los demás, un comunicado que dijera: ¡SOLDADOS! Con subordinación y valor: ¡PARA DEFENDER A LA PATRIA!

UN FIN DE SEMANA AGITADO
Se aproximaba el segundo fin de semana de abril y nadie tenía tiempo de pensar en el franco o la visita. Una orden del jefe del cuartel indicó que se suspendían variaciones entre la vida militar y la civil. La gente que se acercaba a las puertas del cuartel quería ingresar a toda costa por el puesto de vigilancia central, pidiendo tener contacto personal con sus familiares incorporados. Pero fue imposible trasponer la barrera. La vigilancia se doblegó por espacio de dos días, hasta que nadie quedara en las inmediaciones, esperando alguna posibilidad de ingresar al recinto.
Dentro del cuartel todo era movimiento. Todos los soldados estaban con sus trajes de fajina y las provisiones de guerra para marchar en cualquier instante hacia el destino señalado.
EL DOMINGO 18 FUE EL DÍA “D”
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De la radio estación partió el mensaje clave que sacudió todos los rincones. Hasta los más íntimos del cuartel (yo estaba de guardia ese día) la columna debía partir hacia Comodoro Rivadavia y Río gallegos. Esos serían los puntos de asiento del Grupo de Artillería “Bartolomé Mitre”.
La salida se haría en tres tandas. Aproximadamente a las 16:30 partiría la batería de tiro “A” y parte de la batería “Comandos y Servicios”, desde la estación de trenes local. A las 22:30 la batería “C” y otra parte de la “Comandos y Servicios”. Por último: a las 9 de la mañana del lunes 19, la batería “B” (provisoria) y el resto de la Comandos.
El cielo se había nublado y había refrescado. Mientras los soldados, sentados sobre sus bultos, aguardaban la orden de salida. Algunos rostros mostraban optimismo, porque sería una nueva experiencia que la vida les preparaba. Otros, sombríamente; dejaban vagar la mirada y la mente por quien sabe qué pensamientos…

LA DESPEDIDA
La estación del ferrocarril San Martín presentaba un marco imponente de familiares de soldados; y personas que simplemente concurrió a despedir a los jóvenes que se movilizaban a defender nuestra patria. El común denominador fue uno solo: unirse todos para despedir a los tres contingentes que marchaban hacia nuestra lejana Patagonia.
Algunos tuvieron la suerte de ver a sus padres y demás ascendientes. Otros, se fueron con el recuerdo de la última vez que estuvieron junto a ellos. Y así, cerrando un cuadro de espera, partió el convoy con el armamento y los efectivos militares… (Viernes 23 de abril de 1982)

3 DE ABRIL DE 2009…
Hoy… recuerdo con las mismas lágrimas con las que vi partir a mis compañeros y amigos. Con la misma emoción que aquellas personas, agolpadas contra las ventanillas de los vagones, despedían a sus seres queridos…
Dos días más tarde, de la publicación de esa nota, un soldado de los que había quedado en el cuartel, me señaló como el autor de la nota. El Capitán Rutilli, a cargo de la unidad me llamó, me pegó unos gritos y me mandó al calabozo de la guardia. A los pocos minutos el oficial a cargo me sacó de allí y me permitió hacer una llamada telefónica a la directora del diario, explicándole la situación. Cerca del mediodía, Dora Lebensohn y el intendente de Junín, en ese momento Roberto A. Sahaspé, se hacían presentes en el cuartel para hablar con el Jefe. Yo estaba en la guardia contándoles a los soldados lo que había pasado. Me llamaron al despacho del capitán Rutilli y luego de algunas recomendaciones, me licenciaron hasta después del conflicto por Malvinas.
27 años después, valga esta anécdota para que ustedes, amigos lectores de hoy, descubran este documento histórico que escribí con la intención de informarles a las familias de los soldados, qué pasaba. Sin saber que estaba revelando secretos de estado…

HÉCTOR GUSTAVO ALBERTI
Ilustración: Diario “Democracia” 1982 – Archivo personal – Semanario 1982
Posteado por SEMADIARIO en 04/04/2009 11:05

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