jueves, 13 de agosto de 2009

Historia, desarrollo y calidad del Caballo Criollo

Es el símbolo de las culturas ecuestres de América Latina. Fue el elegido por los gauchos para montar en la Pampa argentina.


Este caballo pequeño y robusto es excepcionalmente fácil de manejar. Es poderoso, frugal, resistente, inteligente y longevo. Presente en toda Sudamérica, el nombre dado al caballo varía de país en país: Criollo en Argentina, Crioulo en Brasil, Costeño y Morochuco en Perú, Corralero en Chile y Llanero en Venezuela.
Usado para trabajar con el ganado por los gauchos, el Criollo es aún un elemento de la tarea diaria para los trabajadores del campo. Su rudeza, resistencia y fuerte condición física hace que se lo aprecie en la mayoría de los juegos ecuestres tradicionales, como el polo, el pato, la paleteada -que demuestra la capacidad del jinete para trabajar con el ganado- o la jineteada. Cada uno de estos juegos demuestra el fácil manejo de los Criollos. La doma en el país busca un caballo más distante y dominado que educado y confiado.
En el polo, debe destacarse que los Criollos de pura raza son muy raramente usados en la actualidad. Los jugadores, en búsqueda de mayores velocidades, comenzaron a cruzarlos con Árabes, Purasangres o aún Cuarto de Milla.
Sólo en el campo se puede apreciar el placer de montar un Criollo. Es un caballo criado para las grandes extensiones de tierra, ideal para viajes largos o trekking. Su entrenamiento con el ganado e incluso como caballo de guerra aún forma parte de su carácter.

Resistencia

Al ser un caballo multifacético, excepcionalmente sobrio y robusto, el Criollo tiene un brillante futuro en las competencias de resistencia o "enduros", como se puede ver en la famosa marcha de los Criollos, organizada por la Asociación de Criadores de Caballos Criollos. La competencia toma su inspiración de la vida en una estancia. Todos los caballos que participan deben presentarse 30 días antes del comienzo. Sin entrenamiento o manipulación -prohibidos por las reglas- pasan su tiempo juntos en una pastura. La meta es homogeinizar la condición física de los animales, ya que el concurso apunta a encontra un caballo con la mejor disposición genética, no el mejor entrenamiento.
Dificultoso en extremo, el concurso consiste en cubrir un itinerario de 750 kilómetros en 14 días, 53.5 km por día, sin comida extra, complementos nutricionales o drogas. Los caballos sólo se alimentan de los pastos que encuentran, y deben llevar una carga de 110 kilograms. Cada primavera, alrededor de 20 caballos participan en la aventura. Los mejores caballos contribuyen a la fama de la cabaña o haras que los produce.

Temperamento

El Criollo es valiente e independiente. Se dice a menudo que el Criollo es caballo de un solo hombre, ya que a menudo es muy afectuoso pero no confía en cualquiera. Una vez que la confianza se establece, da todo de sí con gran coraje y tenacidad. No le teme a nada y puede ir donde sea.
Como otros caballos que se mantienen cerca de la naturaleza, (Camargos, Mustangs, Akhal-Tékés), los Criollos pueden estar distantes de los hombres. Algunos creen que se debe a la ruda doma tradicional, pero se debe más a su vida salvaje anterior.
Con su generosidad ilimitada y su capacidad de adaptarse a las condiciones naturales más rudas, no es difícil ver que los jinetes de larga distancia más famosos eligen a los Criollos como sus socios en la ruta; entre otros Tschiffely, que viajó 18,000 kilometros entre Buenos Aires y Nueva York; Jean-François Ballerau, que montó 8,000 kilómetros a través de Sudamérica con cuatro Criollos para su luna de miel; Emile Brager, que cabalgó entre el Estrecho de Magallanes hasta Alaska; Marc-Antoine Calonne, John Labouchere y Günter Wanser. Stephane Bigo completó un viaje de 8,500 kilómetros alrededor de Latinoamérica con tres Marchadores Mangalarga Marchadores, los primos brasileños del Criollo.

El estándar

La morfología varía levemente de acuerdo con las condiciones ambientales de la región y las prácticas de los criadores. Por ejemplo, en los últimso años, los Corraleros Chilenos, más fuertes y pesados que los Criollos de Argentina, han sido importados por criadores brasileños y uruguayos. Otros, más tradicionales, no quieren cambiar el estándar oficial.
El Criollo es un caballo mediano, con una morfología armoniosa y un cuerpo poderoso. El alto es de 1.38 m a 1.52 m. La cabeza es más bien corta, con una frente ancha, nariz redondeada, un perfil derecho, casi convexo, los agujeros de la nariz dilatados, ojos alertas y orejas pequeñas y puntiagudas.
El cuello es musculoso, los hombros fuertes, la cruz sobresale levemente. Los hombros generalmente son largos e inclinados, con un tórax profundo y amplio. La espalda es corta y derecha con un lomo poderoso. Los cuartos traseros son musculosos, de tamaño mediano y redondiados. La cola queda cerca del cuerpo. Las patas son más bien cortas, sólidas, con articulaciones bien desarrolladas y resistentes. Los cascos son pequeños y duros, generalmente negros.
La crin es gruesa y abundante, y a menudo se la corta bien corta. Los colores varían, pero los criadores rechazan los albinos parciales o totales. Las rayas tipo cebra existen en algunos colores. En la documentación se registran más de 100 colores reconocidos. Excepto en los tobianos y overos, los rastros de despigmentación eliminan a un candidato en los concursos. Cada color, descrito con extrema precisión para indicar diferentes subtipos, demuestran la imaginación y la poesía de los gauchos.

El caballo de los gauchos

Hablar del caballo Criollo es hablar del gaucho, de la Pampa y de las dificultades de la vida de sus jinetes. Llueva o truene, el gaucho siempre salía con su recado, que servía tanto como silla de montar y como cama. El caballo era su accesorio indispensable; se dice que un gaucho sin un caballo es lo mismo que un hombre sin piernas. Todas sus actividades diurnas (baño, caza, juegos) las hacía montado en su caballo.
El gaucho hizo una cuestión de honor el elegir el caballo más difícil de montar para afirmar su talento. El valor de un hombr estaba determinado por sus cualidades de jinete, y para demostrarlas los gauchos organizaban competiciones para mostrar su coraje y fuerza. Por ejemplo, la sortija es un juego que consiste en arrojar una lanza a través de un anillo atado a una barrote, sostenido por dos horquillas plantadas en el suelo. Otro juego consistía en entrar a un corral con varios caballos salvajes corriendo en su interior, saltar al primero que llegara a su lado y llevarlo hacia un punto. Para cazar, los gauchos usaban lazos y boleadoras, un arma que proviene de la cultura aborigen, hecha de tres cordones de cuero trenzados con un saco de cuero en cada punta que contenía una gran roca. Arrojadas con precisión, envolvían las piernas de la presa y la hacían caer.

Historia

El caballo Criollo no tiene un nombre propio. Es un descendiente directo de los caballos traídos al Nuevo Mundo desde la llegada de Colón, importado por los conquistadores españoles durante el siglo XVI. Se remonta al caballo español del siglo XVI , el cual tenía una fuerte influencia berberisca y eran considerados los mejores caballos de Europa. Llegaron a nuestro país fundamentalmente por el Río de la Plata y por el Alto Perú. Uno de sus mayores introductores fue Don Pedro de Mendoza, el fundador de Buenos Aires, en 1535. Muchos de estos caballos escaparon o fueron abandonados, y rápidamente retornaron a un estado más primitivo en un ambiente perfecto para su desarrollo, la Pampa argentina. Por los siguientes cuatro siglos, la raza Criolla se adaptó a las llanuras de Sudamérica a través del implacable proceso de selección natural. Esta adaptación a las duras condiciones de la vida en la Pampa les permitió desarrollar cualidades de fuerza física y resistencia a las enfermedades.
Los aborígenes se convirtieron en jinetes por su contacto con los colonizadores y el ejército español, y comenzaron a criar estos caballos en semi-libertad en las vastas llanuras. Como hicieron después los gauchos, transformaron el caballo en su medio de transporte y su compañero de caza, trabajo y juego. Desde entonces, el Criollo fue un caballo de trabajo para la gente de campo.
El gaucho, con su orgullo, coraje y amor a la libertad, no pudo encajar en los cambios que trajo el siglo XIX. Hasta principios del siglo XIX, los argentinos utilizaron los caballos Criollos, tomando aquellos que necesitaban de las manadas salvajes que cabalgaban por la Pampa. Luego comenzaron a importar caballos europeos, sobre todo Percherones y Pura Sangres, que se cruzaron con los Criollos. Durante el siglo XIX las manadas de yeguarizos más próximas a las zonas civilizadas fueron sistemáticamente mestizadas con sangres europeas tanto de silla como de tiro. Por su pequeño tamaño, el caballo aborigen de la Pampa empezó a ser cada vez menos apreciado, e incluso olvidado. El tipo y las condiciones de aquel noble caballo que sirvió tanto para la guerra de la independencia como para extender y defender la frontera contra el indio se fue perdiendo paulatinamente. Este proceso podría haber terminado con él, pero una persona lo rescató.

Solanet, padre de la raza

A principios del siglo XX, un hombre asistido por sus amigos trabajó en el registro de la raza Criolla en la Argentina: el Dr. Emilio Solanet. La Sociedad Rural Argentina adoptó el estándar de la raza el 28 de septiembre de 1922.
Fue cerca de 1910 que el Dr. Solanet, profesor de la Facultad de Veterinaria y Agronomía de la UBA, reunió casi 2000 especímenes del caballo de las Pampas en su estancia, El Cardal. Estos caballos vinieron del oeste de la provincia de Chubut. Cada animal exhibía las características que estaba buscando. Seleccionó con cuidado 15 yeguas que se convirtieron en el linaje de la raza Criolla. El doctor tenía una idea personal de las cualidades necesarias para un buen caballo de trabajo, y basó su selección en las necesidades de los trabajadores rurales. Si Solanet no creó realmente al caballo Criollo, él por lo menos fue el inventor del estándar de la raza. El primer registro se hizo en 1918 y el primer estándar oficial fue establecido en 1922 por la Sociedad Rural Argentina.
Muchos escépticos dudaban de las cualidades de la raza, por lo que Solanet ofreció dos de sus caballos a un profesor suizo que deseaba hacer un viaje intercontinental a caballo desde Buenos Aires a Nueva York. Aimé-Felix Tschiffely hizo que sus caballos Mancha (por su color pinto) y Gato (por su color "gateado", ambos comunes en la raza) fueran famosos en Argentina y el mundo. El hecho de que no sólo completaron el viaje sin problemas sino que además vivieron por más de 40 años, hizo que los argentinos tomaran en serio a la raza. Muchos copiaron al Dr. Solanet y comenzaron a criarlos en semi-libertad.
Hoy, el Criollo está representado en toda Sudamérica con leves diferencias en sus características. Es en Argentina donde se encuentran los caballos Criollos más cercanos al estándar definido por Solanet. La cría del Criollo horses se está desarrollando en todo el mundo, especialmente en Italia, Francia y Alemania. Estos criadores son, en su mayoría, reconocidos por la A.C.C.C. (Asociación de Criadores de Caballos Criollos). En la actualidad crece la demanda por Criollos también en EEUU.

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